La nueva República de Colombia pactada en La Habana

 

 

Por qué Enrique y Juan Manuel Santos entregan Colombia a Timochenko

 

El piso de donde salieron, camino del exilio, GGM y Mercedes Barcha la última semana de marzo de 1981 estaba en un bajo de un edificio sobre la avenida circunvalar de Bogotá en cuyo primero vivía Felipe López Caballero. Era un lugar húmedo totalmente blanco que solo tenía dos cuadros en sus paredes: uno de Armando Villegas, cuya primera exposición había presentado Gabito en 1954 en la Galería El Callejón, el mismo lugar donde diez años después Manuel Mejia Vallejo le hizo un desplante porque acababa de ganarse un Nadal. Era un óleo de un fauno que subía a los tranvías de la soledad bogotana; un semidiós campestre vestido como un filipichín que volvía de un velorio con sus cuernos, barbas de chivo y pezuñas despachando un olor nauseabundo de agua de peluquería. El otro era una foto tamaño carta que presidia la inmensa sala de recibo, con muebles más níveos que los muros. Un retrato de Manuel H donde aparecen Hernando Santos Castillo, al centro GGM y al costado izquierdo Alberto Lleras Camargo. El mismo piso donde hizo la primera larga entrevista para la tele después del Nobel, cuando agobiado con tanta majadería como le habían preguntado, se dejó retratar con un vaso para haigballs repleto de Glenfiddich haciendo pistola al porvenir y que robó un famoso comerciante de cosas viejas y nunca ha dicho era mía. Una semana después, el 8 de abril, publicó en El País de Madrid y El Espectador de Bogotá, Punto final a un incidente ingrato, donde recuerda que nunca había respondido públicamente agravios y que su desgracia era ser víctima del asedio de la prensa.

Tengo convicciones políticas claras y firmes –dice el genio de Macondo--, y siempre las he dicho en público para que pueda oírlas el que quiera. He pasado por casi todo en este mundo. Desde ser arrestado y escupido por la policía francesa, hasta quedarme encerrado con el papa Juan Pablo II en su biblioteca privada, porque no lograba girar la llave en la cerradura. Desde haber comido sobras de un cajón de basuras en París, hasta dormir en la cama romana donde murió Alfonso XIII. Pero nunca, ni en las verdes como en las maduras, me he permitido olvidar que soy uno de los 16 hijos del telegrafista de Aracataca. De esa lealtad a mi origen deriva mi condición humana, mi suerte literaria y mi honradez política.

Y es aquí donde reside la diferencia entre un humilde inmortal, que amó por encima de todo a su patria y a su gente, y este par de consanguíneos soberbios, ingratos a su patria y esquiroles de clase, que de la mano de un insensato, digno de Kafka, están convirtiendo a Colombia en un infierno para entregarla a las FARC sólo porque les dio la gana escarnecer a unos parientes.

Porque todo este sainete instaurado por dos hijos de Enrique Santos Castillo no es otra cosa que una típica vendetta entre los retoños de familias oligarcas que han vivido desde niños en una guerra sucia porque sus padres no habían controlado todo lo que consideraron merecido, cuando al menos dos de ellos, se saben mejores no sólo que todo el mundo, sino que aquellos sus primos que tuvieron la sartén por el mango y llegaron primero al poder verdadero. Todo comenzó con la muerte de Lorencita Villegas la mujer de Eduardo Santos. Viudo y sin hijos, esa Cayetana bogotana de Alba, decidió, en 1960, en la soledad de su enorme mansión de Chapinero donde ya aparecía intempestivamente en su bicicleta Monarca Danielito Samper Pizano, padre del inventor del mejor catálogo de prepagas del mundo, hacer un primer reparto de su enorme fortuna. Asignó entonces 8 de las 100 acciones de El Tiempo a Roberto García Peña; 16 a Calibán su hermano, padre de Hernando [abuelo de Guillermo, Hernando, Camilo, Juana, Adriana, Francisco y Rafael] y su hermano Enrique [también abuelo de Enrique, Luis Fernando, Juan Manuel y Felipe], que al morir el columnista de La Danza de las Horas heredaron cada uno 7; otras 7 para su cuñado Mariano Villegas Restrepo y otras 16 por partes iguales para Beatriz Santos Molano de Urdaneta, hija de Calibán, Luis Castro Montejo, su primo hermano, Doroteo Gonzalez Pacheco, el padre de Fernando Gonzalez Castro, alias Pacheco y el Doctor Abdón Espinosa Valderrama. Luego, al borde de la tumba, en unos eventos que nunca logró explicar el notario Luis Carrera de la Sexta Notaria, entre 1970 y 1973, dejó 4 acciones a Danielito, 3 a Enriquito, 2 a Robertico [Posada García Peña] y 6 a Luis Fernando, hermano del fundador de Alternativa. Así hasta 2007 cuando al vender el periódico a José Manuel de Lara los herederos eran, con sus respectivos porcentajes, Hernando Santos Castillo, 25%, Rafael González Pacheco, 10%, Enrique Santos Castillo, 8%; Roberto García Peña, Luis Fernando Santos, Abdón Espinosa Valderrama, 6%; Mario Amórtegui, Beatriz Santos Molano de Urdaneta, 5%; Daniel Samper Pizano, 4%; Enrique Santos Calderón, 3%; Claudia Gaitán de Caballero, Roberto Posada García-Peña, Fernando González Pacheco, Amalia de Castro Montejo, 2%; Emma Villegas de Gaitán, 1.12%; Silvia Castro de Cavalier, Jorge Castro y 5 herederos del Enrique Acero Pimentel, jefe de personal de El Tiempo, 1%.

Es decir, que de no haber sido por la mitad de esas 14 acciones que dejó Eduardo a su hermano Enrique, el presidente Juan Manuel y sus hermanos habrían nacido desahuciados. La causa, el franquismo clasista de Enrique Santos Castillo, tan distinto a la social Bacanería de Hernando, devoto de bataclanas, toreros, [“muerto de la risa decía que el padre de sus hijos era Luis Miguel Dominguín”], arquitectos como el celeste Chulí Martinez, escritores, amante de la morcilla y las criadillas, compañero de viaje de los mamertos de los años cuarenta y benefactor de Voz Proletaria.

A la muerte del tío, Hernando heredó del cielo de El Tiempo el mandato de elegir en Colombia el presidente, los magistrados, los ministros, gobernadores, alcaldes, los embajadores, secretarios y subsecretarios, habitualmente “hombres de la cintura para arriba”, mientras su hermano Don Enrique, el padre de Enriquito y Juan Manuel fue lanzado a los círculos infernales de las imprentas del diario, vigilando que todo lo que Hernando ordenaba en su medio día de trabajo fuera llevado a cabo en las veinticuatro de aquel, corrigiendo los textos, ocultando desmanes, destilando franquismo en todas las noticias, y arriando día y noche una recua de sometidos al rigor del aparato de noticias más poderoso de Colombia en más de los setenta años de todos los siglos. De allí que, no solo por el hecho de que los hijos de Enrique son un lustro mayores que los de Hernando, pues también lo eran entre ellos, se creó desde los mismos días de la agonía en New York de Lorencita Villegas una irreconciliable animadversión intrafamiliar entre primos hermanos que ahora está pagando Colombia.

Porque para desgracia de los hijos de Enrique, el primero en llegar al tope de los poderes fue Francisco, el hijo de Hernando, y de la mano precisamente de quien más ha odiado Enrique el hermano de Juan Manuel: Alvaro Uribe Velez. No me cabe duda que habiendo sido tan resentidos desde pequeños Juan Manuel y Enrique con Pachito y Rafael, el Ayatolá, hubiesen urdido en quien sabe qué lupanares la toma del poder haciéndose pasar por enemigos de las FARC mientras trazaban la ruta de la debacle de Colombia en compañía de ese ideólogo refractario a la luz llamado Sergio Jaramillo que nadie sabe hasta ahora de donde salió metido en todo, esto a excepción de haber vivido largos años en Alemania y Francia, dos de los paraísos políticos y fiscales del terrorismo colombiano.

Ya es hora que el presidente Santos y su hermano Enrique confíen a Colombia quien es el “aristócrata británico” Sergio Jaramillo que dice ser Filósofo de Trinity College, Filólogo de Corpus Christi, Master of Philosophy en Cambridge y Doctor en Griego de una universidad alemana que fuma puros Montecristo, pero cuya hoja de vida refiere que luego de vagar por Europa terminó infiltrado en la Cancillería de Pastrana como lobista del Plan Colombia con el Imperialismo Yanqui y Juan Camilo Restrepo y Marta Lucia Ramirez dos godos de raca mandaca lo llevaron de nuevo a la Francia y de allí al Ministerio de la Defensa como el arquitecto de la política de Seguridad Democrática de Alvaro Uribe Velez, en cuyo marco teórico se incluía nada más y nada menos que la tenebrosa concepción de Los Blancos Legítimos [https://www.icrc.org/spa/assets/files/publications/pseleccion-review-2008.pdf] para luego, y como en la copla española, dar vuelta a la tortilla y denunciar públicamente, en artículo de El Tiempo del 11 de junio de 2006, que el ejército estaba cometiendo delitos atroces mientras crecía desproporcionadamente como insisten las FARC [http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-2061221], de donde rebotó al ministerio de defensa denunciando Los Falsos Positivos y Las Bases Yanquis, logrando la supresión de 27 altos oficiales del ejército, planteando después un arquetipo de Derechos Humamos que parece sensata pero coincide con las FARC en que Colombia es un país tomado por el Paramilitarismo, que hay que destruir, para dar paso a las FARC, cuyo camino de Damasco acaba de anunciar Santos al derrotar desde ahora a la oposición con los 5 y medio billones de pesos que va a repartir en mermelada para sus adictos. ¿Es Sergio Jaramillo el Pablo de Tarso de Iván Márquez? ¿Es Sergio Jaramillo un Caballo de Troya? Se habrá preguntado alguno ¿por qué el rostro del presidente no es aquel tan gracioso que lucía en su descapotable de alta gama mientras recorría Europa con una troupe de jovencitas que habían llegado al Londres de su juventud para hacerse felices mientras en Colombia los jóvenes de su generación morían en las riñas mafiosas del gobierno de López Michelsen, cuyas “palabras pendientes” tanto admira hoy Enriquito, o eran torturados y asesinados por los secuaces de Turbay Ayala y GGM escribía las palabras más duras que dijo contra uno de los Santos, Rafael el Ayatolá, y que hicieron felices algunas de las horas del “Guerrillero del Chicó”?:

El comentario más revelador se publicó en El Tiempo firmado con el seudónimo de Ayatolá. No sé a ciencia cierta quién es, pero el estilo y la concepción lo delatan como un retrasado mental que carece por completo del sentido de las palabras, que deshonra el oficio más noble del mundo con su lógica de oligofrénico, que revela una absoluta falta de compasión por el pellejo ajeno y razona como alguien que no tiene ni la menor idea de cuán arduo y comprometedor es el trabajo de hacerse hombre.

Una locura digna de los malevos de Shakespeare anima a este par de insaciables hermanos en procura de una venganza de familia que no tiene por qué pagar Colombia. Solo a ellos se les ha ocurrido que para borrar los daños causados por sus antepasados debemos inmolarnos, como el loco de Lufthansa, con ellos, entregándonos de pies y atados de manos a cincuenta asesinos peores que pirañas.

La foto en la sala de recibo del piso de Gabito era una alegoría. Una nación entre traidores.


El traidor Juan Manuel Santos, el tirano Raúl Castro y el genocida Timochenko abrazados en La Habana

 

 

 

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