Enrique Hernández de Jesús, alias El Catire Hernández
LOS PREMIOS CATIRE
Hace poco, durante unas onces en una de las cafeterías de la plaza de Barichara, una señora preguntó si alguien había leído la novela ganadora del Premio Rómulo Gallegos. A lo cual otra respondió que no era Rómulo Gallegos porque el presidente Hugo Chávez lo había liquidado y ahora no era uno sino dos, para poesía y novela y se llamaban Premios Catire. A lo cual otra de las laidis respondió que eso no era cierto, que el premio se llamaba Chino Valera Mora en honor a un cantor de Stalin y se lo habían regalado hace medio año a José Mario Arbeláez, hermano de una muchacha muy conocida en los Estados Unidos, amiga de gente de Cali, dueños de droguerías y equipos de balompié y de adictos a la poesía, como un par de hermanos que estuvieron en la Constituyente del 91 con María Mercedes Carranza.
Preguntada de nuevo por qué decía que se llamaban Premios Catire, como si fuera un chiste que sumara casi 350 mil dólares, la dama dijo que eso no era tan fácil de entender porque todo se venía cocinando desde hacía treinta años, desde cuando Enrique Hernández de Jesús, alias el Catire Hernández, se había hecho amigo, en el Café de los Poetas de Eduardo Escobar en la carrera 5, de Luís Ángel Parra, Andrés Jaramillo con su cuñado José Mario y Fernando Arbeláez, todos admiradores de la poesía de Belisario Betancur.
Miren y verán dijo la señora. Para comenzar tengan presente que el jurado del premio Chino Valera Mora que ganó José Mario estuvo integrado por Enrique Hernández de Jesús, la copista y promotora de la Nueva Novela de Alfaguara, poetisa Luz Mery Giraldo de Jaramillo y la mexicana María Baranda de Hinojosa, famosa por haber publicado un libro sobre las ballenas de Dylan Thomas y la secuencia de la mantequilla de The Last tango in Paris con María Schneider y Marlon Brando, a quien ella admira mucho; y el Rómulo Gallegos, que ganara limpiamente el tolimense William Ospina Buitrago [Páramo de las Letras, 1954], por dos valetudinarias, la mexicana Elena Poniatowska y la argentina Graciela Maturo, por el presidente del sindicato oficial de escritores de Cuba Miguel Barnet y los neo-chavistas Humberto Mata y Enrique Hernández de Jesús, que en esta honrosa ocasión reemplazaba a su ex compañera de toda la vida, Stefanía Mosca, por haber fallecido de una prolongada enfermedad que algunos llamaban rabia. Algunos escritores venezolanos retiraron entonces sus obras, pero fue un asunto de la incomprensión y la envidia, no de los 150 mil dólares del premio.
Que tengo razón, continuo diciendo la señora, porque miren, el Catire Hernández, un muchacho de Mérida, que no terminó el bachillerato pero supo granjearse desde que vivía en La Pedregosa la amistad del embajador [Colombia, Cuba, Suiza, Chile, Haití, Israel, Dinamarca, Noruega y Polonia] y poeta Vicente Gerbasi, director vitalicio de la Revista Nacional de Cultura, a quien hizo más de un millón de fotos que pagaron muy bien los gobiernos adecos y copeyanos. Catire conoció en Cabimas a José Mario por intermedio de Edmundo Aray, quien en compañía del Catire y Carlos Contramaestre, Juan Calzadilla y Caupolicán Ovalles visitaron la capital colombiana donde en Carne de Res, entonces un ventorrillo mal oliente, le presentaron a la gestora Nubia Cubillos, que les dio luces sobre las posibilidades de Colcultura y el Conag en la impresión de grabados, la venta de pinturas y las lecturas de poemas. No en vano Catire había descolgado del Hotel Guadalupe de La Puerta buena parte de la obra del pintor Renzo Vestrini y de varias iglesias merideñas cuadros coloniales, sin contar los cientos de trabajos de artistas que colgó en La Otra Banda, la galería de la Universidad de los Andes, y que nunca volvieron a saber de ellos.
Fue así como Hernández participó en el Festival Presencia Viva de la Poesía del año 93 y cuatro años más tarde, durante la Feria del Libro de 1997, Andrés Jaramillo, José Mario Arbeláez, Luis Ángel Parra, Fernando Charry Lara, Oscar Collazos y cincuenta invitados más celebraron en Andrés Carne de Res, el 9 de Mayo, la aparición del recetario poético del Catire con una espectacular cena donde las garrafas de vino llevaban el nombre de poetas de las dos repúblicas, algunas de ellas, muy repetidas; en todas las mesas reposaban ampolletas de leche sin leche pero con grabados eróticos, con testículos de diversos colores, la ensalada era un invento al detal de Oscar Collazos y los meseros bañaron con un spray serpentina oliendo a pedos a los comensales.
Al fallecer Carlos Contramaestre, muerte anunciada por Dalita Navarro, entonces agregada cultural venezolana, el Catire presentó en la feria del libro bogotana La tentación de la carne, editada por Taller Arte 2 Gráfico y Andrés Carne de Res. Año 1998 pleno de sucesos para el merideño que participa entonces en el Festival de Poesía de Casa Silva, en la inauguración al lado de Parra y María Eugenia Niño de la Galería Sextante y su magno Proyecto Mapa, junto a la Embajada y el Centro de Cultura Venezolano, el Convenio Andrés Bello y la galería Quinta Papeles de Caracas, con más de cien grabadores y dibujantes de ambos países.
El noviazgo del ex presidente Belisario Betancur y Dalita Navarro, ex de Teodoro Petkoff Maleç permitirá a Catire llevar a cabo tres de sus grandes proyectos culturales bolivarianos: un libro con cientos de fotos desenfocadas de Vicente Gervasi, una gran expedición cultural a la frontera de ambos países, y la gran fiesta que anunció el matrimonio del ex presidente y la caraqueña, llamado Encuentro del Amor y la Palabra, que con los auspicios del alcalde Enrique Peñalosa trajo a Bogotá más de 100 poetas del mundo, incluso colombianos, a fin de acompañar la exquisita pareja de enamorados, evento que quedó registrado en otro lujoso volumen de aberradas fotos de Catire titulado El Amor y la Palabra, impresos ambos por Arte Dos Gráfico. A este magno acontecimiento cultural fueron invitados por Colombia hombres y mujeres de letras como Don William Ospina Buitrago, Don Ignacio Chaves Cuevas, Don Otto Morales Benítez, Don Nicolás Suescún, Don Mario Cataño, Don Jaime Sanín Echeverry, Doña Piedad Bonnet, Don Andrés Hoyos, Dona Luz Mery Giraldo, Doña Marianne Pondsford, Don José Mario Arbeláez, Don Luis Fernando Afanador, Don Guillermo González, Doña Gloria Valencia de Castaño, etc., al lado de grandes escritores como Rafael Alcides de Cuba, Josefina Aldecoa de España, Manlio Argueta de El Salvador, Gonzalo Celorio y Elena Poniatowska de México, Marcio Veloz de Santo Domingo, Alfonso Chase de Costa Rica, Nulida Piñon y Amadeu Thiago de Mello de Brasil, Julio Escoto de Honduras y por supuesto Stefanía Mosca, Enrique Hernández de Jesús y Luis Alberto Crespo de Venezuela. Se dice que cada escritor recibió en viáticos una elevadísima suma de dólares y no sólo fueron hospedados en las Residencias Tequendama la semana que duró el evento, sino que cada uno de ellos tuvo una limosina del hotel a su servicio.
Lo que permitió que al año siguiente José Mario y Catire viajaran juntos los dos a la capital del imperio para hacer parte del evento Nadaístas en Washington. Y que a renglón seguido Sextante hiciese una descomunal exposición de las fotos de Catire en botellas de leche titulada Cajas Negras de un Poeta.
Este año, coincidiendo con la concesión del Valera Mora a José Mario, Catire prologó e hizo publicar por Monte Ávila el poemario Ávido mundo de María Baranda de Hinojosa, quien junto a 14 poetas venezolanos, uno de ellos el gobernador Tarek William Saab, acusado de la muerte de un estudiante en El Tigre y su compinche comercial en las editoriales Fabricio Ojeda y Fondo de Cultura de Anzoátegui, vendría a Bogotá donde la última semana de abril, luego de pasearse por Cartagena y disfrutar del Hotel Santa Clara pagados por el gobierno venezolano, en el restaurante bailadero de Chía se dio inicio a la negociación del Premio Catire para el tolimense William Ospina Buitrago. Todo concluiría durante la visita de Ospina Buitrago a Caracas a finales de mayo para participar en el foro El desafío americano, simultáneo a la visita de Mario Vargas Llosa, que fuera detenido en Maiquetía y a quien Chaves desafió a debatir, precisamente, con Ospina. La curda entre Ospina y Catire fue digna del Rómulo Gallegos.
Un premio donde, dijo entonces uno que pasaba, que a “diferencia de ocasiones anteriores, el jurado no presentó una lista de las novelas finalistas, a lo que se sumó el ocultismo que tuvieron las deliberaciones. Esta edición estuvo rodeada de polémica desde el comienzo por los reclamos de varios participantes, que cuestionaron las políticas culturales de un gobierno que acosa, persigue e intimida a sus opositores; ocupa puertos y aeropuertos; condena militares disidentes a largos años de prisión; insulta presidentes y dignatarios extranjeros; vende como pulpa de papel 62.262 libros de las bibliotecas del estado Miranda; ataca el cine que se hace Hollywood; convierte las editoriales estatales en productoras de libros de ideologización partidista; arrodilla la investigación y la libertad de cátedra; cierra los Ateneos de Valencia y Caracas o posiciona a un coplero, caballero de industria y cabildero de oficio como jurado de los Premios Valera Mora y Rómulo Gallegos.”
Sólo falta mencionar, dijo otra de las damas de la tertulia de Barichara, que este señor Ospina primero fue poeta, luego publicista de políticos y detergentes como José Mario, y ahora, con un pantógrafo, redacta culebrones sobre la Conquista de América, luego de haber dicho que no volvería por España hasta que les devolvieran las visas a todos los colombianos. Y además, viaja en un globo, de 675 Millones de pesos bogotanos.
El Nacional, Caracas, 2008-2009
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