Caricatura de Pepón, El
Tiempo, 7 de julio de 1994
LOS 650 MILLONES DEL FORO DE BARRANQUILLA
Hace dos años, en plena campaña electoral los medios
masivos de comunicación informaron al respetable que el
candidato liberal, a través de la oficina de su esposa,
realizaría en Barranquilla un foro cultural para
anunciar la creación de un ministerio de la cultura. El
aviso, de página entera, llevaba las firmas de más de
cincuenta pretendidos líderes culturales del país que
apoyaban las tesis del candidato, o que hacían parte de
sus comités culturales, o que aspiraban, como lagartos
que son, a algún puesto dentro de ese elefante,
"blanco", que prometía ser el paquidermo.
Allí estaban los representantes de casi todo lo que
pueda decirse es en este país cosa cultural, sin que
faltaran las hoy tan apreciadas minorías negras y
naturales, los hombres y mujeres de teatro, los hombres
y las mujeres de las telenovelas, los señores y las
señoras de las casas de cultura, los caballeros y las
damas del pobre mundo y las revistas de bajo tiraje.
Todos revueltos, unos con otros, aparecían codo con codo
"líderes" como Arturo Sarabia, Gustavo Tatis,
D´artagnan, Juan Mayr, Mónica Gontovnik, Javier
González, Gerardo Tabares, Emilio San Miguel, Francisco
Tovar, Enrique Morales, Jorge Pinilla, Rafael Sarmiento,
Mirta Suelvas, Samuel Robinson, José Moore, Cristóbal
Peláez, Piyo Jaramillo, Carlos Vásquez, Olmo Liévano,
Hugo Lora, Fanor Terán, etc.
Pero la parte del león se la llevaban los que convocaban
la reunión. Esos que hace más de medio siglo se han
apropiado de todos los presupuestos que asigna el estado
para asuntos de la cultura y que con renovados ímpetus,
esperaban asirse a las mejores raciones del pastel, una
vez que el proyecto de ley hiciera su tránsito por las
cámaras y entregara a ellos, por fin, también, los
bienes muebles e inmuebles e incluso los tesoros que
alberga la mar océana. Para ellos, para los verdaderos
empresarios de la cultura, era este rutilante embeleco.
Un ministerio que saciara por cuatro años los infinitos
apetitos de riqueza y prestigio de Fanny Mickey, Juan
Harvey Caicedo, María Mercedes Carranza, Álvaro Cataño
Castillo, Bernardo Hoyos, Lina Botero, Gloria Valencia
de Castaño, Maritza Uribe de Urdinola, Amparo Sinisterra
de Carvajal, Jorge Alí Triana, Aseneth Velásquez, Gloria
Zea Soto viuda de Dos, Carlos Muñoz, Sergio Cabrera,
etc.
Tal fue la euforia de los pichones, alevinos, lobos y
hienas del reino cultural, que muy pocas voces,
poquísimas, entre ellas las de Gabriel García Márquez,
Enrique Santos Calderón y Rafael Puyana, se atrevieron a
decir la verdad sobre el engendro.- Todo parecía tan
maravilloso, tan bien pensado, tan a punto de salir del
horno, que nadie dudaba que al menos cuatro de los
protuberantes jefes del debate podrían llegar a ocupar
el primer cargo de Ministro de Cultura de la República
Samperiana.
El primero y mejor accionado era JG Cobo Borda, un
muchacho bogotano, amigo del alma de Ernesto y Jacquin,
que había pasado con ellos aquellos meses inolvidables
de Madrid, cenando y departiendo en los preciosos
restaurantes y cafés de las calles paralelas a La
Castellana, el Café del Espejo, digamos, donde habían
convenido que de llegar al poder, claro, con la ayuda de
los hermanos Rodríguez Orejuela, harían el gran
ministerio, esa corona de laureles que pondrían en las
sienes del bardo más obeso y el académico más ahíto de
horrores de hortografía de la historia patria.
La segunda, en opciones y méritos, qué duda cabe, era
doña María Mercedes Carranza Coronado, la hija de
Eduardo, predilecta desde niña de su secretario Álvaro
Bonilla Aragón, amiga de Ignacio y Belisario, admirada
por López Michelsen, íntima de Darío Jaramillo Agudelo
El Subgerente, quien desde los tiempos cuando no salía
del apartamento del Mono Daniel y Pilar Tafur había
demostrado tal afecto por Jacquin y Ernesto y en fin por
toda la familia Samper, gracias al apoyo en metálico que
recibe desde la fundación de su Establecimiento de ese
banco que controló toda la vida mientras estuvo viva
Genoveva Carrasco: La Corporación la Candelaria. Así,
mientras Darío compraba la casa, Genoveva la pagaba a
ella y a sus empleados, ella, María Mercedes, había
hecho un buen cocinero del hermano menor de Danielito y
Ernesto, y él, el hermanito, puso un restaurante para
elegantes en los patios de la Casa Silva. María Mercedes
tenía todos los méritos para ser la primera ministra de
cultura del régimen. No olvidemos que se la vio muchas
veces con Jacquin después de la primera vuelta e incluso
luego de la segunda, aún cuando para decir verdad, luego
de los narcocasetes y el proceso 8000 María Mercedes se
fue alejando poco a poco de aquellos amigos que no
hacían honor a la memoria del idolatrado Luís Carlos
Galán, ni a ella, el único de los constituyentes del 91
que votó a favor de la extradición de colombianos.
Porque eso sí, en materia de limpieza ideológica, MMC es
la campeona. Ahora lo ha demostrado celebrando con lujos
inigualables los cien años del suicidio de su santo
protector, el nunca bien divulgado José Asunción Silva.
Y qué no decir del obediente, obsecuente Ramiro Osorio
con su espalda curvada de tanto servir durante milenios
a Fanny Mickey, rescatado una tarde de la Ciudad de
México por Belisario y gran copista de los métodos de
trabajo del PRI en asuntos culturales. Ramiro había
demostrado tal capacidad de trabajo y discreción que
Ernesto y Jacquin nunca le excluyeron de la lista de
futuros ministros de cultura.
Pero como en esta vida no todo es felicidad, luego de la
euforia por Mincultura vino la calma y el olvido. Ni
siquiera las insultantes palabras de la pereirana María
Isabel Mejía, la ponente en la cámara de representantes,
contra García Márquez, y los esfuerzos de Samper por
negociar el nacimiento del monstruo, lograron, -junto a
los "democráticos libros" impresos por Cobo Borda y
repartidos por miles, crear un ambiente propicio para
continuar el agotado debate.
No se sabe aún cuánto dinero costó al erario público
este capricho de la señora Jacquin, queriendo emular con
las ex damas de palacio, en especial con la señora de
Gaviria que lideró una fundación cultural que recorrió
el país en silencio y sacó del olvido un innumerable
grupo de mujeres cantoras y cuenta chistes. Algunos
dicen que unos dos mil millones de pesos en dos años.
De lo que sí estamos ciertos hoy, gracias a las
investigaciones en curso contra las actuaciones de la
primera dama que divulgó esta semana la Prensa, es la
desaparición de unos cuatro mil millones de pesos que
fueron depositados en cuentas aparentemente manejadas
por ella y el gasto de 650 millones en las fiestas para
presentar el proyecto del ministerio de la cultura en
Barranquilla. 300 invitados de fuera de la Arenosa
llegaron a la fiesta, que contó con 800 bebedores de ron
caña y wiski. Terminada la parranda de Barranquilla,
dice Santiago Medina en su ampliación de indagatoria de
la primera semana de mayo, la señora de Samper y el
resto de la directiva de la campaña se fueron a
Valledupar al Festival Vallenato.
La Prensa, Bogotá, Domingo 26 mayo 1996
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