Camada de escritores trasladados a Paris para lustre de la república: Don Santiago Gamboa y Samper, Don Héctor Abad Facio y Lince, mejor conocido como El huérfano ilustre y promotor de esta gira contra el presidente Uribe Vélez, Don Gonzalo Sánchez, biógrafo de Los bolcheviques del Líbano, Don Juan Manuel Roca y Vidales, Don William Ospina y Buitrago, Don Fernando Vallejo y Rendón, biógrafo del poeta Porfirio Barba Jacob, Don Evelio Rosero y Diago, Don Tomás González y Gutierrez, Don Juan Gabriel Vasquez y Ceballos y el señor Antonio Caballero Holguín, biógrafo del poeta Ignacio Escobar Urdaneta de Brigard, asesinado a finales del gobierno de Misael Pastrana.
Les Belles Colombiennes
Un grupo de los más agraciados escritores colombianos ha sido transportado a Francia para una exhibición de dos semanas, coincidiendo con los festejos nacionales del reinado de belleza de Cartagena de Negras, este año medio aguado por los torrentes que han caído sobre el Caribe.
Gracias a la cooperación de las multinacionales de la Societé du spectable de que habla el situacionista Guy Ernest Debord, o la Culture du spectable, del reaccionario Marc Fumaroli, y las agencias inmobiliarias Hay Prisa Festivals y Abadfaciolince Apartmens & Condos, de la mano derecha del Ministère de la Culture et de la Communication de la France de Nicolas Sarkozy, diez agraciados reporteros e insidiosos, y dos novelistas, han recorrido cuarenta y tres pequeños municipios belgas y franceses donde peroraron en igual número de minúsculas librerías donde laburan otros tantos colombianos exiliados y abandonados de la suerte y la fortuna, acerca del fastidio que profesan al recién abolido gobierno de Alvaro Uribe Velez, promovidos eso si, durante esos ocho años en toda laya y suerte de eventos del libro, con el dinero de la prosperidad democrática de este último.
Según el traductor al ruso y español del prestigioso libro de El Huérfano Ilustre, [por ser el único en Colombia entre cuatro millones de desplazados y perseguidos por Carlos Castaño que pudo hacerse rico y famoso con la muerte de su padre mientras leía un soneto apócrifo de Borges,] Don Héctor Abad Facio y Lince, el interés de los franceses por la actual literatura nacional no depende tanto de las buenas traducciones, las editoriales o cosa parecida, sino de la continua labor de los propios escritores y sus padres, que han invertido mucho dinero enviándoles a Paris y pagando las traducciones de sus libros. Sin embargo, uno de los escritores descartados, el manizalita Eduardo García Aguilar, que trabaja en France Press y no se explica aun cómo Alvaro Mutis permitió lo excluyeran, dice que en vez de la nómina que da ahora vueltas por todas partes, medio borracha, medio perdida, medio zonza, han debido traer a los de siempre, a José Mario Arbelaez, Roberto Burgos Cantor, Óscar Collazos, Fernando Cruz Kronfly, Ricardo Cano Gaviria y Fanny Buitrago, que si son buena gente y gastan de su bolsillo.
Nadie ha podido explicar por qué no metieron en el paquete a Laurita Restrepo Casabianca, que tanto ha hecho por la revolución y las finanzas de la cultura, o a la francesa Ingrid Betancourt, la más famosa escritora colombiana de todos los tiempos, autora, nada más y nada menos de tres de las obras capitales para entender la historia reciente de Colombia: Si sabía (1996), una investigación sobre el financiamiento de la campaña electoral del ex presidente Ernesto Samper por el Cartel de Cali; La rabia en el corazón (2002 ) [La Rage au cœur, 2001/ 2002 donde demuestra como los políticos colombianos están corrompidos por el poder del narcotráfico y No hay silencio que no termine (2010) [Même le silence a une fin, 2010 ], la terrible memoria de sus seis años de cautiverio a manos de las FARC.
Otra cosa inexplicable, es por qué trajeron a un marrullero llamado Gonzalo Sánchez, que de violentólogo ahora oficia de sanador de heridas y medidor de terrenos de los perseguidos por las Autodefensas Unidas de Colombia y de El Pájaro de Guaduas. Su presencia la ha justificado un francés diciendo que como en Colombia hay conflicto él está bien en el grupo para explicar lo malas que son las novelas colombianas que tratan de eso.
Entre las intervenciones más destacadas figuran las del hijo de Rubayata, el nadaísta Juan Manuel Roca, que en un francés digno de André Malraux, que aprendió en las Tullerías cuando su padre fue embajador de Laureano Ospina Pérez, ha explicado a las audiencias porque diablos él es el heredero de Apolinaire y por qué nadie, como al Penado 14, lo entiende en Colombia.
En Béziers, Montpellier y Burdeos, Héctor Abad Facio y Lince ha estado hablando de la batalla de Verdun y cómo después de haberse dado cuenta de los julepes de las ametralladoras alemanas contra los soldados franceses, él decidió escribir un libro donde el llanto corriera no a mares sino en incesante goteo, como si estuviera recogiendo la platica que le paga Alfaguara por las miles de veces que cada vez que un lector averigua en su libro su papá se muere. Según sus propias palabras:
“Visto desde Francia, Colombia parece un país empantanado en sus propias pequeñeces: quesitos y guerrillas y guerritas. Un país chiquito, lleno de mezquindades entre ricos de medio pelo, falto de rigor y de “Grandeur”. Todo lo hacemos estrecho: las avenidas, los parques. Vista desde Verdun, nuestra violencia parece una guerrita sin heroísmo, sin grandeza y sin futuro. Quesos y guerras las de Europa: lo nuestro es quesito y guerrita.”
Otro que se ha destacado, Madame Carvajal, mejor conocida como William Ospina Hernández, se ha dedicado a hablar de cómo la semana anterior a su aterrizaje en Francia estando en la Abadía de Westminster en Londres, tuvo una alucinación y en vez de ver las tumbas de los reyes y mercenarios vio las de los poetas, pero no los ingleses, sino las de Juan Manuel Roca, José Mario Arbelaez, Alfredo Vanin, Armando Orozco Tovar, Darío Jaramillo, Fernando Denis, Gonzalo Márquez, José Zuleta y otros, preguntándose:
“¿Cómo podría estar la muerte aquí? Todo de pronto es vida, pasión, humor, ingenio, el deleite y la música. Basta avanzar un poco y estamos en presencia no de los medallones votivos sino de las aureolas de seres angélicos que están muy vivos todos, y no sólo están vivos sino que día y noche nos reparten felicidad a manos llenas con el azogue del Ministerio de Cultura?”
Una coincidencia une tan disimiles voluntades de los escritores colombianos: ninguno, ni siquiera Vallejo, ha mencionado a Belisario Betancur, ahora que se han cumplido treinta años del Holocausto del Palacio de Justicia y la Catástrofe de Armero y el Temblor de Popayán. Ninguno tampoco se acuerda del Avión de Avianca en Mejorana del Campo, donde nunca estuvo Antonio Caballero, precisamente porque lo había dejado el aeroplano en Paris.
Le Monde, Paris, 7 de noviembre de 2010.
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