Ignacio Chaves Cuevas recibe el Príncipe de Asturias de mano de Felipe de Borbón y Grecia
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Ignacio Chaves Cuevas [Bogotá, 1938 - Iguazú, 2005] renunció a la dirección del Instituto Caro y Cuervo después de 30 años sin poder ocultar cierta aflicción por la forma en que se produjo su partida. "Me insinuaron renunciara", dijo al referirse a los resultados de una investigación ordenada por la Ministra de Cultura Maria Consuelo Araujo, alias La Conchi, según la cual durante esos treinta largos e insoportables años hizo y deshizo, con la ayuda de Alfonso López Michelsen y Belisario Betancur, lo que le dio la gana con la plata y los bienes del instituto.
Entre los hallazgos, según carta de la oficina de admisiones, Chaves (de 66 años), no figura en los archivos de la Universidad de Los Andes ni como estudiante de pregrado ni de postgrado. Pero él insistía en que había cursado estudios de filosofía y letras en Los Andes, entre 1958 y 1961, de los cuales daba fe, otra que nunca se graduó, María Mercedes Carranza; que había sido becado por el Vaticano, que uno de sus primos había sido presidente de Grenada por encargo de Ronald Reagan e incluso había hecho antes varios semestres de arquitectura.
No obstante, el “doctor” Chaves Cuevas fungió de docente en Universidades de Florencia en Italia; Nacional de Colombia, contratado por un beodo lituano llamado Zaranka, padre de otro que gusta bajarse los pantalones en público; Javeriana; los Andes, Santo Tomás, y el propio Instituto Caro y Cuervo, donde peroraba sobre Literatura Hispanoamericana y Teoría Literaria. Con los mismos “títulos” fue Secretario Privado de la Gobernación de Cundinamarca, Secretario del Instituto Colombiano de Cultura Hispánica; Secretario de la Facultad de Economía de la Universidad La Gran Colombia; miembro de número y Secretario Perpetuo de la Academia Colombiana de la Lengua; Decano y Secretario Académico del Seminario Andrés Bello; fundador de la Corporación de Ciencias Veterinarias; miembro correspondiente de la Real Academia Española y la Academia Norteamericana de la Lengua Española.
Su faena fue despilfarrar miles de millones de pesos durante los 30 años que estuvo al frente al Instituto Caro y Cuervo, donde, dejó, en las bodegas, casi un millón de ejemplares de los libros de sus amigos que imprimió para granjearse sus apoyos, pero nunca distribuyó ni intentó vender y cuyo valor se calculaba en unos 2834 millones de pesos. El “Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana”, obra iniciada en 1872 por Rufino José Cuervo, quien confeccionó sólo cuatro tomos, fue publicada en su totalidad entre los años 1987 y 1994 por un equipo de ignaros que anegaron de dislates y errores de ortografía los volúmenes restantes, que nunca, nadie, ha leído ni usado. Además, Chaves Cuevas procuró imprimir tan pocas copias que apenas existen las que fueron obsequiadas a los dignatarios y prebendados de entonces.
Como escritor dejó unos pocos artículos: “La investigación lingüística en Colombia”; “Acerca de la enseñanza de la lengua y de la literatura”; “El diccionario de Cuervo en París”; “Luis Carlos López, un clásico de nuestra literatura”; “El español, lengua del siglo XXI”, y “Homenaje a las mujeres letradas de Colombia”, todos escritos por otras personas, plagiados y/o firmados con ellos en “colaboración”, ya que la mayoría de ellos trabajaban en el Caro y Cuervo.
Sobre las demás acusaciones, [se estiman en 6000 las demandas contra su persona que reposan en los organismos de control desde hace tres décadas][1] el director respondió que sí era cierto que había funcionarios en el Caro y Cuervo con ciertos cargos y desempeñando otras funciones, como el caso de una investigadora titular que hacía las veces de tesorera o de un auxiliar administrativo que era conductor y compraba el whisky y el hielo para las reuniones de la Junta Directiva: "Como no podemos hacer nombramientos, usamos las vacantes para llenar los puestos que necesitamos. Pero la gente recibe el sueldo según su oficio. Por ejemplo, un investigador titular solo gana 800 mil pesos mensuales", explicó Chaves y eso, según él, es lo que gana la persona en las otras funciones.
Acerca de la queja según la cual en 2002 y 2003 se gastaron, cada año, alrededor de millón y medio de pesos en arreglos florales, dijo que le parecía lógico que, "que el instituto enviara una corona cuando muere un investigador que ha trabajado muchos años con el Caro y Cuervo. No son arreglos florales por celebración o felicitación".
Otro de los resultados dice que el director no cumplió con todos los requisitos de contratación establecidos por la ley, "se hicieron sin formalidades plenas y a criterio del director, que no existe un abogado en los procesos de contratación, que algunos se han hecho verbalmente y que no hay certificados académicos ni de experiencia laboral para la toma de posesión del personal del instituto". Chaves se defendió diciendo que no conocía a ninguno de los contratados, que los únicos contratos que se hacían tenían que ver con las empresas de vigilancia, que se han ampliado al cumplirse el tiempo y que en el archivo, de 63 años, reposan todos los documentos.
Para el director, todo se debe a lo que llamó "persecución de personas que quieren fastidiarme". Dice que algunos que no lograron llegar a la dirección fueron los que se quejaron y dijo que creía que su salida tenía que ver con la investigación. "Este es un cargo limitado, sin viajes ni comisiones, pero da prestigio intelectual. Yo tenía pensado renunciar a más tardar en octubre, para dedicarme a publicar los escritos que tengo".
Aun cuando nadie lo crea, murió siendo Presidente del Consejo Superior de la Universidad Central de Bogotá, que antes había presidido otro dipsómano, Jorge Enrique Molina, que también duró 30 años en el puesto. Él, Ignacio Cháves Cuevas, que a mediados de Marzo de 1981, ante tres rectores de universidades alemanas, rodeados por Giovanni Quessep y María Mercedes Carranza, con pasmoso cinismo y dando fehacientes pruebas de su invariable franquismo y embriaguez, dijo que Gabriel García Márquez debería ser encarcelado por ser ideólogo de las guerrillas del M-19. Precisamente días antes que la embajadora María Antonia Santos de México en Bogotá protegiera al premio Nobel de ser detenido por orden del General Luis Carlos Camacho Leyva, que le acusaba de gestor de un contrabando de armas procedente de Cuba para el grupo sedicioso.
“El Caro y Cuervo –escribió Oscar Collazos en uno de esos sus raros raptos de veracidad--, se parecía a su director: académico relativamente opaco con indumentaria de atildado anacronismo, personaje un poco extravagante en guateques sociales y culturales, cultivador de maneras casi versallescas y cierta disposición a estar más cerca de la fauna política que de la arisca sociedad literaria. Montañas de libros, entre los cuales se encontraban numerosos textos perfectamente prescindibles; clásicos olvidados y rarezas ausentes del mercado editorial. Como esos volúmenes, a los que hay que separar las páginas con cortapapeles, Chaves Cuevas parecía pedir que le separaran las hojas de su personalidad antes de emitir un juicio sobre la importancia de su trabajo.”
Ignacio Chaves Cuevas recibió la Medalla Cívica Camilo Torres, la Condecoración Simón Bolívar del Ministerio de Educación, la Orden Antonio Nariño del Círculo de Periodistas de Bogotá y la Orden Andrés Bello, en Primera Clase. Así mismo, como Director del Instituto Caro y Cuervo, el Premio Príncipe de Asturias (1999), el XI Premio Bartolomé de las Casas (2001) y el Premio Elio Antonio de Nebrija, que le concedió en el año 2002 la Universidad de Salamanca.
Que tal que no hubiese sido un bandido.
Noticias culturales, del Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 24 de diciembre de 2005.
[1] En 2004 fue denunciado ante la Procuraduría General de la nación acusándole de catorce irregularidades: concesión de títulos de maestría sin respaldo legal, desde 1998; otorgar títulos de maestría a tres investigadores, sin cumplir los requisitos académicos establecidos para el efecto; concesión de títulos de Maestría en Lingüística Hispanoamericana y Literatura Hispanoamericana con programas y reglamentación que no les corresponde; conceder título de Doctorado a José Manuel Rivas Sacconi sin respaldo legal; saqueo de importantes obras literarias de la biblioteca de la Institución durante 9 meses a partir de diciembre de 1992; irregularidades en los contratos suscritos especialmente con la Editorial Presencia y los convenios celebrados con la Fundación Julio Mario Santo Domingo; descuido y negligencia por y en la imposición de multas cuantiosas al Instituto por parte de la DIAN; ausencia de archivos en sus secciones, como lo ordena la Ley; cierre irregular del Departamento de Lenguas Clásicas; remoción irregular de varios docentes del Seminario Andrés Bello; irregular manejo de rubros presupuestales y del Patrimonio Nacional; nepotismo; desempeño de cargos incompatibles con la Dirección del Instituto Caro y Cuervo; gastos innecesarios generados por el mantenimiento de vehículos. Después, ese mismo año, se le investigó por tener pensión otorgada por la Universidad Central teniendo además un cargo público como Secretario Perpetuo de la Real Academia Colombiana de la Lengua, donde se sentaba al lado de Crueldad Bonet y Rogelio Echavarría.
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