Estafas e imposturas
Esta semana fue pródiga en timos y engañifas. Desde las fastidiosas bataholas de las contrataciones de infraestructura de Bogotá, hasta ese entremés coordinado por un intrigante expulsado de El Tiempo, interpretado por la Ministra de la Sapiencia y la Deriva, plena de adiposidades y colores profundos, titulado Balance de 8 años de Despilfarro, con presencia del padre de la criatura, el Doptor Juan Luis Mejía, señalador a dedo de las ejecutoras de la fanfarria, La Conchi, La Cuervo y La Morena.
Según el deforme, el Ministerio de Cultura pasó de dilapidar 16 mil millones de pesos en 2002 a los 90 mil millones este año mediante el apoyo a mas de 10 mil componendas del Programa Nacional de Concertación con la social bacanería cultural organizadas a imagen y semejanza del Centralismo Democrático y Todas las Formas de Lucha en más de 468 Municipios. Otra de las ocurrencias más subrayadas por la funcionaria fue el informe de cómo pasearon por el mundo, con dinero del fisco, a los principales enemigos ideológicos del Presidente Alvaro Uribe Velez, destacando especialmente las tareas emprendidas por William Ospina y Hector Abad Facio y Lince.
Pero el mayor nivel de sintonía lo han ganado dos eventos. La expiración por causas inexplicables de uno de los camelistas del pensamiento, que tuvo como estadio la facultad de Derecho de la Universidad Nacional; y el grito en el cielo que han puesto varios agentes de las poderosas editoriales que negocian libros en Colombia porque no pudieron dar materile a 15 mil millones de pesos del presupuesto nacional.
Ciertamente, el 21 de junio falleció en las dependencias de la fabulosa Clínica Santa Fe, uno de los más distinguidos difusores de las doctrinas del Padre Guillermo Hoyos, mejor conocido en Alemania por su seudónimo de Jünger Habermas, el experto en componendas mocusianas Dario Botero Uribe [1938-2010], creador de la más extensa guilda medieval que haya controlado la facultad de Derecho por cerca de medio siglo, desde el mismo dia en que llegó al Comité Central Estudiantil en los años sesentas, de la mano de los Mefíticos.
Botero Uribe, imposibilitado síquicamente para las tareas productivas, inventó la doctrina del Vitalismo a fin de apropiarse del presupuesto de la Facultad de Derecho, implementando la repartija equitativa entre aquellos que iba colocando en las oficinas de ordenamiento del gasto y el impoluto comité de asignación de puntaje por producción académica, reglamentado por ese dechado de virtudes y honradez, el hermano siamés de Antanas Mockus, Carlos Augusto Hernández, experto en manuales para televisores de pobres.
Del prolongado trato de Botero Uribe con el presupuesto quedan numerosas divagaciones y paráfrasis, todas publicadas durante las rectorías de Marco Palacios [1984-1988/2003-2005], Ricardo Mosquera Mesa [1988-1990], Antanas Mockus [1990-1993], Guillermo Páramo Rocha [1994-1997] y Víctor Manuel Moncayo Cruz [1997-2003], años de aparición de Politeia, memoria de 20 años de corrupción y desprestigio de la Universidad Nacional de Colombia.
Orquestada por los nadaístas Moisés y Jorge Orlando Melo, y el trío Pilar Reyes, Ana Roda & Mario Jursich, mascarones de proa del Sindicato de Vendedores de Libros y Mercancías Similares del Reino de España, la prensa ha hecho eco al cuento de que con la firma presidencial de la Reforma Tributaria para la Salud, las bibliotecas públicas colombianas perderán 15 mil millones de pesos, al modificar el artículo de la Ley de Bibliotecas que destinaba el 10% del incremento del IVA a la telefonía celular para las 1104 bibliotecas públicas. Pura paja.
Lo cierto es que la Ley de Bibliotecas y el Plan Nacional de Bibliotecas es un invento de los impresores de libros españoles para endosarle al estado colombiano todo el papel que recogen de sus equivocaciones empresariales y las sobras de sus ferias del libro utilizando a unos avivatos y sedientos escribanos a quienes prometen gloria y fortuna. ¿Quien puede creer que hoy, cuando existe la Banda Ancha y los Ordenadores, se les haya ocurrido crear 1200 bibliotecas públicas para llenarlas de libros que nadie va a leer ni consultar porque es más barato pagar una hora de lectura por Internet que irse a prestar libros en sitios húmedos, sucios y desvencijados como son la mayoría de las llamadas bibliotecas públicas colombianas?
Recuerde el lector que según los informes del Cerlac en Colombia hubo apenas 355 librerías, el 40% de ellas en Bogotá, 10% en Medellin, 8% en Cali, con cinco librerías en los restantes departamentos, porque los colombianos prefieren ahora la Internet a los libros impresos. De allí que quizás sea cierto que el Centro Cultural García Márquez se construyera mas con plata colombiana que mexicana, pues las compras de libros a esa editorial, ordenadas, incluso en épocas de elecciones y contraviniendo la Ley de Garantías, por la Biblioteca Arango, salvaron de la ruina la sucursal colombiana, devastada por la hija de un poeta de Mito.
Hay que ver lo que son las bibliotecas públicas de los municipios olvidados de Colombia: constan de 20 cajas de libros podridos, tres computadores llenos de polvo y orín de ratones, siete pupitres carcomidos por el gorgojo y una viejecita que cada semana abre la puerta de la destartalada casa para correr los platones donde recoge el agua de las goteras que derrumban el sitio. Una de ellas, en Arjona, se llama inicuamente Ignacio Chaves Cuevas, en memoria de ese director del Instituto Caro y Cuervo que aconsejaba al presidente Turbay Ayala poner preso de Gabriel García Márquez por ser ideólogo del M-19 durante los años del Estatuto de Seguridad de mi General Camacho Leyva.
Politeia, n° 100, Bogotá, 2008
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