¿CON QUIÉN HABLA WILLIAM OSPINA CUANDO VA EN GLOBO?
Que la ignorancia es atrevida lo demuestra cómo ha arraigado en las venales redacciones culturales de los medios, despachos de La Legión del Afecto, Ministerio de Cultura, Relaciones Exteriores, Plan Nacional de Bibliotecas, Secretarías de Cultura de los Distritos Especiales, el catre de agonía de Fidel Castro, los baños turcos del Coronel Chaves, la casona GLTB de Martínez Campos y las limusinas de una docena de embajadores a punta de arrumacos, dichos del Readers Digests, canciones de la posguerra, bambucos y torbellinos, tangos de Alci Acosta, rancheras de Olimpo Cárdenas, sambas de Tito Cortes, almuerzos de Carne de Res, banquetes de Epulón para Lazaros del verso, sonetos de Mario Carvajal, componendas eróticas y lame que lame, la troupe de William Ospina Buitrago, el Arciniegas de la Legión del Afecto, el mejor fruto de esa cuarteta constituida por los ávidos de cariño de su juventud: Mario Flores y Dario Barberena, rosados depredadores de los dineros públicos de las exclusivas Acción Social de la Presidencia y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, y los insaciables del billete de la madurez: Guillermo Gonzalez Uribe y Luis Angel Parra, gerentes de la Revista Número y Arte 2 Gráfico, cuyo asesor no es otro que el Catire Hernández, dueño de los Premios Gallegos y Valera Mora.
Germán Arciniegas, ya nadie lo sabe, fue uno de los más longevos lagartos colombianos del siglo pasado, biznieto de Santa Teresa de Avila, a quien debemos, entre otras, la mejor revista financiada por la Central Intelligence Agency: Cuadernos[1], y uno de los Ig Nobel: Gabriela Mistral. Autor de 60 cartillas, durante el Frente Nacional convirtió la historia en un anecdotario donde la búsqueda del Dorado, las gestas de Túpac Amaru y los Comuneros, Fray Servando Teresa de Mier, Bolívar, San Martín y los piratas que asaltaron los puertos coloniales se transformaron en una legión príncipes con taparrabos y narigueras bailando macumbé en lagunas y nevados, virreyes con postizos espolvoreados y chancletas repujadas, filibusteros tuertos, bucaneros mancos, corsarios con patas de palo carcomidas por el gorgojo, reyes en solitarias planicies y castillos de invierno, traficantes de esclavos sin casa ni senzalas fornicando muqueleles y vírgenes del cobre, putillas italianas del renacimiento perseguidas por obispos sádicos, huesos tuberculosos de poetas desplazados como trofeos olímpicos, perversos sexuales convertidos en inquisidores políticos, monjas por decenas, negras arrechas de próceres, chismes y cotilleos de una obra que no cupo en la Biblioteca Nacional, de donde han salido con San Librarlo la mayoría de los volúmenes que le fueron dedicados, junto a una estatua de bronce que recuerda la humildad de su soberbia. Por algo había sido dos veces Ministro de Educación, Representante a la Cámara, Senador de la República, Vice cónsul en Londres, Embajador en Italia, Santa Sede, Venezuela, Israel, etc., etc.
William Ospina Buitrago es un producto típicamente colombiano. Nacido en una parcela del Páramo de las Letras, trocha del corregimiento tolimense de Padua, hijo de un serenatero fabricante de sinapismos y mejunjes de feria, por causa de la profesión y menos por la violencia que por el aguardiente de las galleras pasó la niñez y tierna pubertad en varios pueblos del entorno, como El Fresno, donde un cura lo inició en Barba Jacob y La balada de la cárcel de Reading traducida por Bernardo Arias Trujillo, cuyo Roby Nelson[2] leían hasta el amanecer mientras chupaban Tapa Roja y oían Alma tumaqueña, hasta la mañana aquella, cuando en el altozano del Teatro Buenaventura, conoció a Mario & Dario, camino de una reunión de célula en el conventillo de Estanislao Zuleta, que ya había logrado destruir unos quinientos matrimonios de la clase alta mediante la ingestión de anisado y sicoanálisis. Zuleta le presentaría al Doctor José María Borrero Navia de la Rada y Pujol, magistrado insigne y director del Tribunal Internacional del Agua en Ámsterdam, autor del Cacofónico asesinato de una zarigüeya con dentadura postiza, que editaría con un sustantivo prólogo suyo en 2003, cuyo fragmento inicial dice:
Zapatilla del postrado ten altruismo de esta infamia tuya y nuestra Detén la huída bíblica del Oro Nuestro Señor Mastica en tu abertura sin abolengo el ramalazo de su éxodo Apolilla su trasero pajizo con la muela del juicio Enjuicia a sus homicidas y acuchíllalos sin discreción Premedita o sacude las memorias del Asco Vomita tu llenura y la nuestra y sella tu ano con un largo roñoso y filoso hueso de plátano Ulaque Ulaque Pitizonque y claque claque claque claque
Entonces, por indicación de su amigo con bocio compró, en la parte alta de la Librería Nacional, la Preceptiva, tratado y modelos de las artes del diseño de la poesía de don Marcelino Menéndez y Pelayo, un tomo en cuero timorato que había pertenecido a Luis, El Jorobado Ossa, un librero de Buga cuya amante pagaba los ardores del otro, el Doctor Parra Terreros, con los libros más gruesos, y durante siete largos veranos se aplicó al aprendizaje y confección de la poesía, con tan buen resultado que terminó siendo Aurelio Arturo por las tardes y Jorge Luis Borges después de las jaranas de célula. Esos fueron los años inaugurales de su perdurable carrera de publicista, ayer de caldos y medicamentos de Casa Grajales y Drogas La Rebaja, hoy de si mismo y Carvajal y Cía., empresa que nunca le ha abandonado desde la medianoche que dio con Doña Amparo Sinisterra, una ex bailarina convertida en la ministra que hizo de él lo que se merecía: el mejor escritor para señoras del siglo XIX.
Poeta fue hasta cuando en París descubrió que las ideas ganan más parné que las metáforas. Al fin y al cabo Francia vive de ideas, es decir, de mentiras. Para muestra un botón: llevan viviendo de la igualdad, libertad y fraternidad –tres entelequias de la invivible democracia--los postreros doscientos años que ahora celebramos dando la vuelta al mundo en tres horas de globo con el dinero ajeno.
Vivía en Paris, esos años de los primeros ochenta, la tropa que engrosaría las mesnadas administrativas de los peores gobiernos de nuestra historia, desde la mala hora del Palacio de Justicia hasta la buena hora de la Silla Vacía. Belisario, Virgilio, César, Ernesto y Andrés, 20 años de corrupción y charlatanería, que apenas el presente ha diluido. Generación que hizo del seudo revolucionario de los pantalones naranja, las botas fucsia, el abrigo negro y la bufanda gris a rayas un Sartre del Mabillon o el Camus de Chez George, que aun cuando almorzaba con Shakespeare y cenaba con Borges, nunca pudo enterarse de los Zuletas franceses: Foucault, Barthes, Lacan y Deleuze. Nada raro hay entonces que uno de sus libros, escrito entre la bruma del Bois de Boulogne-Billancourt, todavía se titule ¿Con quién habla Virginia caminando hacia el agua?
Mario Flórez, Darío Barberena, Hernando Salazar Patiño y María Elvira Bonilla cuando diseñaban y ejecutaban los millones de La legión del afecto que tanto amaba a W.O.
Al regreso el presidente Belisario Betancur presentó en una de las veladas de Casa de Nariño, tan famosas entonces como las de Casa Verde, su primer libro de poemas: Hilo de arena, ilustrado, según uno de los heterónimos de Dario Jaramillo, con un horrendo dragón, una espada misteriosa, un mascaron de proa con un pajarraco y un sol con ojos, cejas, nariz y labios de fuego. La recepción, con elogiosísimas palabras del mandatario, redactadas por Mario & Dario, fueron seguidas por un concierto autóctono de Teresa Gómez y una lluvia de carajillo del Quindío, en honor de los 2347 invitados de doña Amparo, única propietaria de la Fundación Carvajal, que con enormes sumas de dinero público cada año pone en escena el Festival de Arte de Cali, dota el Premio Internacional de Literatura y transmite por la Emisora para la Gente Culta del Occidente, música decente distinta al bullarengue y la salsa con que el Color ha teñido el paisaje de María & Efraím.
Ese entusiasmo por su obra ideológica va a crecer a medida que Carvajal comience a publicar sus desengaños y el Ministerio de Educación los haga lectura obligatoria en planteles de lujo y el de Cultura cree, con la ayuda de BB, las 1200 Bibliotecas Públicas donde sus libros siguen llegando, por docenas, en cajas de cartón donde nadie, nunca en Yopal o Tamalameque oyeron hablar de la franja amarilla o lo tarde que es ahora para todos los pobres. La prensa escrita cae entonces rendida a sus pies. Con decir que el redactor cultural de El Tiempo, un efebo en pompa, Andrés Zambrano, dedicó a su ídolo –en diez años-- no menos de 1200 artículos, firmados, todos, o casi, por Guillo, el hijo del fotógrafo o el mismo elogiado, hemos dicho poca cosa. Legiones de señoras ya abandonadas por sus maridos y odiadas por sus hijas, cientos de señores con las potencias mermadas, nubes de intrigantes y aspirantes a serlo inundan las salas donde Ospina aparece como un vaquero tolimense, con su inmensa cola de caballo, femenil su silueta y esa ausencia de sonrisa o frescura que proporciona la gloria inmerecida y consciente.
Pero es gracias a los pronunciamientos que ancianos y tiranos como Castro y Chaves hacen a favor de su obra en las Conferencias del Tercer Mundo, cuando las ideas del campesino profeta, deslumbran el mundo. Ya son más de 15 los años que Jean Claude Bessudo no da abasto para ajustar su agenda. Ha habido años que tuvo que tener las maletas en la puerta del avión por la prisa que corría para dar sus visiones del mundo y ofrecer los sinapismos que nos curaran de la envidia y el odio a las putas de oficio. Según ha informado uno de sus secretarios, el poeta de la calle y el siglo XVII Fernand Enis, Ospina estuvo a comienzos del año en Lusaka hablando de Orellana, Ursúa y las flechas con veneno; en Ha Tay sobre Alvaro Mutis y su hijo en Ciudad Viva; en Uland Bator sobre Los méritos de América y el legado europeo; en Chuquisaca sobre Publicidad prostibularia y literatura de alcantarilla; en Matanzas sobre Los últimos tabacos que se fumó Fernando Arbelaez en las Tres Riveras y en San Pedro Sula, sobre Ignacio Rodriguez Guerrero, Frodo, Agualongo y el Golpe de Estado.
De todos es conocido que la llamada Revolución Bolivariana ha encontrado en William Ospina Buitrago su más estricto intérprete. ¿Dónde está la franja amarilla? no es sólo leído y estudiado por Fidel Castro sino que el Coronel Chaves no se agobia al repetir que es su guía espiritual y ética. Chaves lo ha hecho redactar en farsi para que pueda ser leído por los ayatolas y recientemente lo hizo trasladar, durante un viaje al oriente, a 32 variantes del chino con la ayuda del director del Festival de Poesía de Medellín. Porque tenemos que hacer la revolución mediante todas las formas de lucha debido “(1) a la indolencia y el egoísmo de la clase dominante (“meros negociantes, vividores que no se identifican con el país y que no buscan su grandeza”), (2) el fracaso repetido de las élites (“que si bien se han enriquecido hasta lo indecible, han fracasado ante la historia”), y (3) la entrega inveterada de la riqueza nacional a potencias extranjeras (“...a ese invento genial se lo ha llamado apertura económica desde los tiempos del general Francisco de Paula Santander, miembro y favorecedor de las grandes familias importadoras de la sabana”)”, como ha sintetizado Alejandro Gaviria, quien concluye que “El Mamertismo ha sido una ideología precaria pero una religión eficaz. Cobrando una nueva vida bajo el liderazgo de un pontífice llanero y las enseñanzas de un evangelista tolimense, a quienes une su desprecio por la historia….”
El Coronel Chaves ha reconocido la trayectoria de Ospina Buitrago otorgándole, por intermedio del Catire Hernández, el socio de sus socios, el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, dotado con la media pendejadita de 150 mil euros. Parecida cosa había hecho ya Castro, colgándole el sambenito de la Medalla Gratuita de Ezequiel Martínez Estrada, de la mano del firmante oficial de las penas de muerte de los pobres cubanos, Herr Roberto Fernández Retamar.
Se dice ahora que esos reconocimientos los recibe por haber confeccionado, hasta la fecha, dos obras maestras de la literatura de América Latina, donde superando a Rivera, Gallegos, Asturias, Guiraldes y por supuesto a Amado y García Marquez, Ospina cabalga sobre los lomos de los más espantosos asesinos de la conquista poblando cientos de páginas de selvas encantadas, ríos luminosos, países de niebla, alas de sangre, pájaros rojos, milagrosas florestas, ramas que prometen la dicha, mas cientos de miles de frases extraídas de una bomba para inflar metáforas que vayan por las ciclo vías del Mamertismo Amarillo mientras lelos miran como desaparecen tres mil doscientos noventa millones de pesos en unos globos de mierda pintados por los empleados de Arte 2 Grafico, a quienes pagaron otros cinco millones por cabeza, pero de la plata pública, porque aun cuando digan que era privada, toda la plata es publica porque o es de todos o es de nadie.
Otra cosa no podía esperarse de un malicioso que con unos poemas preparados en una Black & Decker: tres de Silva, cuatro de Calzadilla, cinco de Montijo, seis de Pablo, ocho de Dickinson: ergo, tengo un William Ospina, ha dado más veces la vuelta al mundo que Alvaro Mutis cuando trabajaba en la Fox, entonando su jerigonza en la Bienal de Brasilia, Carnaval de Barranquilla, Encuentro de Quito y del Mundo Latino en Transilvania, Festival de Buenos Aires, Santiago de Chile, Tres Gargantas de Quebec, del Paraná en Rosario, Museo Rayo de Roldanillo, Carvajal de Arte de Cali, Escritores de Buenos Aires, Fernando Rendón de Medellín, Poesía del Divino Giovanni, Hay de Cartagena, Segovia, Granada, Ibagué en Flor, Salón del Libro del Principado de Asturias y Semana Negra de Gijón de donde acaba de regresar para subirse a uno de los Globos que le llevaran hasta el Cielo de la Soberbia donde le están esperando Crueldad Bonet, RH Moreno Durán, Laura Restrepo, J.M. Roca y José Mario Arbelaez, muertos, pero de la envidia.
La Lengua Viperina, elpais.com Madrid 20 de Julio de 2009.
[1] Marta Ruiz Galvete: Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura : anticomunismo y guerra fría en América Latina, en El argonauta español, n° 3, Aix-en-Provence, 2006, ver http://argonauta.revues.org/1095 [2] Roby Nelson
Lo conocí una
noche estando yo borracho
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