Venezuela y un Festival de Poesía en Bogotá

 

Se anuncia, para la última semana de mayo, un Festival de Poesía en Bogotá, con la participación de un puñado de venezolanos y otros nacionales que se dicen poetas. El evento es financiado por los Ministerios de Cultura de Colombia, Venezuela, la Embajada de España, la Secretaría de Cultura y Turismo del Distrito Capital y la autodenominada Casa de Poesía Silva. La nómina de vates incluye probados empleados y ex funcionarios de establecimientos culturales de Caracas, México y Fortaleza, insaciables adeptos del déspota venezolano, entre quienes sobresalen Enrique Hernández D´Jesús, Tarek William Saab, Miguel Márquez, Eleazar Molina, Floreano Morte y Mería Beranda, todo ordenado por  Ulrika Corporation, una NGO gestionada por Rafael del Castillo y Matamoros, valido y habitual proveedor de Casa Silva.

 

Habrá quienes crean que este “Homenaje a Venezuela” en cabeza de algunos de sus bardos y cómplices es un acto de munificencia de un hatajo de autónomos, al menos políticamente, de las doctrinas del actual gobierno nacional. Pero no hay tal. Se trata, otra vez, de un ejercicio saturado e insolente de la corrupción imperante en ambos países.

 

Venezuela y Colombia han padecido en los últimos lustros el barrenillo de la dilapidación de sus fondos y presupuestos culturales de la mano, el codo y la nariz de unas gildas que sostienen que la “cultura”  o sirve para la disolución de la violencia, como sería el caso colombiano, o la ideologización de las muchedumbres y el sucesivo afianzamiento del poder del autócrata barinés. Camelos uno y otro que en exclusivo valen apenas para la manutención de ineptos e ignaros.

 

El origen de estas instituciones se remonta a los años cuando Carlos Lleras Restrepo [1966-1970] y Carlos Andrés Pérez [1974-1979 y 1989-1993], feroces clientelistas  admiradores del PRI mexicano, crearon numerosas instituciones administrativas para sus electores.  Lleras COLCULTURA, entre otros veinte, y Pérez el CONAC, pero como correspondía a la Venezuela Saudita agregó la Biblioteca Ayacucho, que produjo medio centenar de ediciones memorables, prolongadas en más de doscientos cadáveres insepultos y las Becas Gran Mariscal Sucre, que regaló a la joven militancia Adeca cientos de millones de dólares para darse la gran vida en las capitales culturales del mundo. Colombia apenas pudo imprimir una colección de folletos en papel periódico que se vendían a cincuenta centavos en las esquinas y un tren de la cultura, bajo la tutela del verdadero primer director de Colcorupta, el poeta Juan Mosca. Luego, una como otra, vivirían por treinta años sirviendo a esa nueva estirpe de badulaques en que se han convertido la mayoría de los llamados agentes de cultura de los dos países. Manumisos cuyo modelo es la vergonzante casta de plumíferos y corre ve y diles de los hermanos Castro Ruz. Consúltese, si no,  la lista de becados, viajeros, cuenteros, novelistas, poetisas, titiriteros, lambones, rateros, saltimbanquis, cantadores de cumbia y mapalé, acordeoneros, sopladores de gaita, barruntadores de lienzo, raperas, renatas, rednelas y una legión de honorables de la refunfuña [Catalina Rey Quiñones, Mónica Fernández de Soto, Melba Escobar, Catalina Hoyos, Patricia Miranda, Yeimy Hernández, Ana Roda] que salen, catan y folgan a cargo del fisco cada vez que Colombia es País Invitado [1]-[2]-,[3]-, etc.…

 

Lo cierto es que ambas instituciones fueron concebidas bajo la influencia ya perdurable de la eximia figura de don Jesús de Polanco, quien viviría muchos años entre Bogotá y Madrid expandiendo en el continente, con la asistencia de sus amigos Belisario Betancur, léase Felipe González,  y Carlos Andrés Pérez, léase Juan Carlos de Borbón, el verdadero imperio español en América. Porque nada escapa hoy en los dos países a la mano todopoderosa del Grupo Prisa y sus asociadas en asuntos culturales, desde los tableros de las escuelas, los ordenadores, la radio y la televisión, los periódicos y por supuesto las editoriales que surten las ya miles de bibliotecas públicas creadas bajo su consejo, con sus productos.

 

COLCULTURA [1967-1994] y el CONAC [1975-2004] fueron transformadas en Ministerios de Cultura a fin de dar mayor cabida a las ambiciones de los grupos ideológicos de los influentes hombres de negocios españoles, que no sólo han creado en Colombia y Venezuela más de 3000 bibliotecas donde extienden su influencia ideológica, sino que nadie puede ya sobresalir en el continente si no es bendecido desde las páginas de sus medios masivos, hasta el punto de someter las voluntades de los directores de Institutos de Cultura de las grandes ciudades o de los gerentes y sub-gerentes culturales de los Bancos Centrales. 

 

Es en el marco de esa mímica financiera que se ejecuta este Festival de Poesía en honor de la Venezuela Chavista que acosa, persigue e intimida a sus opositores; ocupa puertos y aeropuertos; condena militares disidentes a largos años de prisión; insulta presidentes y dignatarios extranjeros; vende como pulpa de papel 62.262 libros de las bibliotecas del estado Miranda; ataca el cine que se hace Hollywood; convierte las editoriales estatales en productoras de libros de ideologización partidista; arrodilla la investigación y la libertad de cátedra; cierra los Ateneos de Valencia y Caracas o posiciona a un coplero, caballero de industria y cabildero de oficio como jurado de los Premios Valera Mora de Poesía y Rómulo Gallegos de Novela.

 

Otra cosa no podría esperarse del gerente de Ulrika Corp, cuya vida y deriva es como aquel Festival de Poesía que ha recordado Leonardo Padrón en El Nacional, cuando los rapsodas fueron acarreados al domicilio de un soberano petrolero, en un inmenso apartamento de cuatro pisos contra los cerros tutelares de Bogotá, en cuyas paredes y salones no se exhibía la poesía sino inmensas fotos de pobres muchachas de desnudas teticas abrazadas y casi penetradas en vivo y en directo por el potentado, que lucía siempre su pelvis desnuda y una inmensa calvicie de macho cabrío. “Un Danny de Vito desvencijado que exhibe su flux azul eléctrico, su camisa roja de cuello derramado y su ruidosa cadena de oro que, en vez de una religión, postula una torre de petróleo, mientras repetía: yo he tenido 2500 mujeres, esto es apenas una pequeña muestra.” 

 

La lengua viperina,  El Pais, Madrid, 16 de Mayo de 2009.

 

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