Álvaro Mutis recibe de Juan Carlos de Borbón el Premio Cervantes

 

 

MONARQUÍA Y PREMIOS LITERARIOS

 

Hace años el polígrafo y relacionista Álvaro Mutis está empeñado en ganar uno o todos los premios estatales del Reino de España. Sueña por la mañana con Cervantes, delira por la tarde con Reina Sofía, no duerme cavilando en Príncipe de Asturias. Ambiciones legítimas todas, a Mutis le encantan los premios y las traducciones y pero más las camarillas que ha ido fundando cuando se dio cuenta que la gente no lo reconocía en parte alguna como poeta, sino como Walter Winchell, la voz del periodista norteamericano a quien doblaba para Los Intocables, una serie de la televisión mexicana con quien Mutis tuvo más de una coincidencia: de joven amó el vodevil y el cotilleo hasta convertirse en el chismoso estrella del New York Daily Mirror y la voz misma de los cigarrillos Lucky Strike. Políticamente comenzó atacando a Hitler para terminar siendo uno de los más notorios macartistas. Como Mutis, sufría de Mal de San Vito. Según Álvaro Bejarano, otros sólo reconocen en él al emisario de la Esso Motor Company que sobornando a los miembros de la Constituyente de Rojas Pinilla quiso impedir que la consigna de Antonio García, de nacionalizar el petróleo colombiano, se realizara. Mutis terminó en una cárcel mexicana, asistido por su amigo y abogado López Michelsen, quien le llevó un dia un libro de Jean Genet, titulado Journal du voleur, que plagiaría hasta convertirlo en un Diario de Lecumberri.

Hambriento de premios y reconocimientos, como buen relacionista público sabe que lo mejor para la venta de un producto es agenciarse un club de entusiastas en los medios más importantes donde el bien va a ser puesto al mercado. Mutis tiene una legión de seguido¬res que alimenta como pájaros de jaula a través del teléfono y las cartas y las visitas que su hijo más despreciado, Santiago, les hace para recordarles, mientras les entrega un ejemplar de sus revistas Lady Godiva o Malversaciones desde La Soledad publicadas en alguna editorial del estado colombiano pero repletas de elogios al dipsómano de Coello, que Álvaro Mutis los adora, Álvaro Mutis los quiere, Álvaro Mutis los idolatra y Álvaro Mutis les conseguirá, con la ayuda de Belisario y la Ministra del Despacho, un mejor puesto que el que ahora tienen.

García Márquez ha llamado a esta virtud "su generosidad de maestro de escuela": "Ningún escritor que yo conozca-agrega el Nobel- se ocupa tanto como él de los jóvenes. Los instiga a la poesía contra la voluntad de sus padres, los pervierte con libros secretos, los hipnotiza con su labia florida, y los hecha a rodar por el mundo, convencidos de que es posible ser poeta sin morir en el intento". Claro que la gran mayoría de estos "poetas" terminan en las redacciones culturales de los diarios de México, Bogotá, Madrid o París, o firmando los varios libros de entrevistas que hace él mismo para difundir su sabiduría. Tan afectados quedan los muchachos, que se ha dado el caso, en un diario colombiano, donde todos los días, o al menos día de por medio, Mutis es preguntado, por un joven de apellido Zambrano, sobre ornitología, periodoncia, estafilococos, malaria, las píldoras de vi¬da del doctor Ross y cosas por el estilo. Mutis dice, Mutis dijo, Mutis dirá.

Qué duda cabe que Álvaro Mutis es uno de los más formidables vendedores de libros desde el martirio de San Librario. Por algo los hermanos Moises y Caín Melo han creado en Cali un remedo de editorial para difundirlo, así digan las malas lenguas, como Fernando Garavito, que van a arruinar a Carvajal y Cía. Que sabe trabajar el capital de los otros, o mejor dicho, la plata de los organismos del estado, lo demuestra su ya larga influencia en Premios, Becas y especialmente en viajes a Ferias del Libro en Guadalajara, donde lleva a su hijo y a los amigos dilectos, llámense Ospina, Cobo, Carranza, Jaramillo o Abab para que le rindan homenajes dos veces cada año. Colcorupta paga los pasajes y las borracheras, pero lo hace con la conciencia limpia, pues contribuye al prestigio de Colombia como una nación de delincuentes de cuello blanco. Mutis mejor que poeta es un hampón.

Todo esto es poco comparado con su inmenso deseo de ser famoso en España y ganar alguno de los premios peninsulares. Desde que descubrió que José Maria Aznar iba a ser Presidente y que era bueno acomodarse un Cervantes o un Príncipe de Asturias entre el chaleco, Mutis no deja de hacer cualquier cosa para llamar la atención de la monarquía española. Se sabe que se ha enamorado mucho de una hija de Felipe II, la infanta Catalina Micaela, cuyo verdadero nombre dice fue María Dolores de Cospedal y cuyo retrato hizo Sánchez Coello. Cada semana va a El Prado a mirar el cuadro, antes de caer de improviso donde Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre, a quienes obsequia con rancios epítomes que compra a Almojábana Grandes y su marido mamerto. A esta pasión erótica ha agregado, desde los años de la transición del franquismo a la monarquía, una tremenda lambonería hacia el Rey de España, a quien no deja de comparar con Enrique IV de Francia, el primer Borbón. Juan Carlos también sabrá sobrevivir a los Valois de nuestro tiempo, sabrá vencer a la maldita Catalina de Medicis e incluso, si el pasado lo permite, llegará el día que en la historia de Don Juan Carlos aparezca alguien sentado en un inodoro, y al morir, permita que él ascienda al trono.


Mutis es monárquico porque cuando estaba chiquito su mamá le compró una vieja aureola que usaba Rasputín y cuando se achispa se corona para celebrase ante el espejo mientras grita: espejito, espejito, dime cual es el mejor poeta del cosmos y el espejo, con una voz de alzaimer, le responde: Juan Manuel Roca. Por eso dice ahora que en España "nadie sabe dónde iremos a parar con estos rojos" agregando enseguida el lambetazo al Rey, la Reina, el Príncipe, las Infantas, recordando que entre esos que no han tenido la menor noción acerca del destino están sus conmilitones Belisario Betancur, César Gaviria Trujillo y el mismísimo Ernesto Samper, un empleado de los hermanos Rodríguez Orejuela que han ordenado a otro de sus subalternos, el gerente de ArtEria, Ramiro Osorio, la creación de un Ministerio de Cultura que pueda ser controlado desde la casa de Mutis en México a través del teléfono de Santiago “El Inepto” en el barrio La Soledad. No en vano el hijito, cada vez que puede, cuela en las revistas algunos de los "recuerdos infantiles de mi padre".

Lo que nadie ha dicho, y ahora se lo cuento al Rey de España, es que Álvaro Mutis, cuando no existían los Premios Cervantes y Príncipe de Asturias, iba por el mundo diciendo toda clase de desatenciones sobre su majestad, como aquella vez que exigió una entre¬vista a María Mercedes Carranza, la Constituyente Lírica del M-19, en su Extravagario de El Pueblo de Cali, para afirmar que él "creía en el destino de los pueblos ungidos por Dios porque soy monárquico legitimista. Es más, pienso que la independencia fue un despojo y que Colombia es una inmensa finca que no hay que devolver a los Tukak Makú. Nuestro gobernante debe ser don Juan Carlos Teresa Silvestre Alfonso de Borbón y Battemberg, Conde de Barcelona, junto a las Duquesas de Soria y Badajoz y no Juan Carlos, su hijo, que es un usurpador".


El Globo, Caracas, marzo 18 de 1990.

 

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